Lo que China nos dio, China nos quita
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Hermann González
Uno de los argumentos que se ha esgrimido para explicar la desaceleración de la economía chilena y el deterioro de las expectativas de crecimiento para este año es la de un fenómeno global que afecta por igual al conjunto de las economías emergentes. El driver inicial de este deterioro de las perspectivas para las economías emergentes se relaciona con el término de las condiciones monetarias ultra expansivas en EEUU que ha puesto de manifiesto la fragilidad financiera de China, país cuyo crecimiento -e inversión especialmente- en los últimos diez años ha sido clave para la expansión de economías productoras de materias primas.
Examinemos algunos datos. En el período 2000-2008 China creció 10,4% anual promedio y, en ese mismo lapso, la economía chilena creció 4,7% anual promedio, cercano a lo que se estima es el crecimiento potencial. Desde el año 2012 el crecimiento de China se ha desacelerado marcadamente y hoy las estimaciones apuntan a un crecimiento cercano a 7% este año y el próximo. Para Chile, las estimaciones de crecimiento se han movido coincidentemente al rango de 3%-4% para este año y, si bien es prematuro anticipar cuánto será el crecimiento del próximo año, el consenso de mercado espera una cifra cercana a 4%, con lo cual se completarían tres años de crecimiento por debajo del potencial estimado.
¿Qué podemos esperar para los próximos años? Está asentada la idea que China no volverá a crecer al ritmo de 2000-2008, así como también que sus autoridades promoverán un crecimiento con una mayor participación del consumo privado y uno menor de la inversión. Tanto este menor crecimiento previsto, como el cambio en su composición son bienvenidos desde el punto de vista de dar mayor sostenibilidad a la expansión del gigante asiático, pero no son buenas noticias para el precio del cobre ni para las perspectivas de crecimiento de la economía chilena. Sostener en este escenario que el crecimiento potencial se mantiene en torno a 5% parece una visión optimista, por lo que no debiese extrañar ver correcciones a la baja en esta variable a una cifra más cercana al rango 4%-4,5%.
Cuantificar correctamente el crecimiento potencial es clave en al menos dos dimensiones.
Por un lado, porque de esta variable depende la evaluación de las holguras de capacidad con que cuenta la economía, lo cual tiene implicancias en las perspectivas inflacionarias y, a última línea, en la política monetaria. Si efectivamente el crecimiento potencial se ha reducido, cifras de crecimiento económico menores que en el pasado pueden presionar la inflación y requerir acciones de política monetaria.
Por otra parte está la dimensión fiscal, porque el PIB potencial es clave para la determinación de los ingresos estructurales o cíclicamente ajustados, que a su vez determinan los espacios de gasto del gobierno. En un escenario en que esta variable se corrige a la baja, el fisco contaría con menores recursos para expandir el gasto, lo que sin duda significa un desafío para las autoridades actuales que se han comprometido con un ambicioso programa de gobierno.